Desempeño de clubes argentinos
Los dos grandes del fútbol argentino decepcionaron nuevamente en el Mundial de Clubes 2025, sin triunfos contra clubes europeos y presentando una imagen preocupante en varios aspectos.
26/06/2025 | 13:19
FOTO: De promesas incumplidas y papelones globales: el Mundial de Clubes que desnuda al fútbol argentino.
El renovado formato del Mundial de Clubes ofreció a Boca y River una oportunidad sin precedentes: competir a la par de los mejores equipos del mundo, con tiempo de preparación, millonarias incorporaciones y el respaldo de haber clasificado por ranking entre los más prominentes del continente.
Sin embargo, esa promesa se convirtió en un espejismo. Tanto Boca como River fracasaron en superar la fase de grupos, perpetuando la histórica barrera frente a los equipos europeos, y dejando una imagen preocupante en lo futbolístico, disciplinario y administrativo.
Boca fue el primer club en despedirse del torneo. Empató con Benfica y perdió ante el Bayern en partidos aceptables, donde se aferró a la garra y al entusiasmo de su hinchada, pero todo se desvaneció con el empate insólito ante Auckland City, un equipo semiprofesional al que no logró vencer, ni siquiera con el orgullo por el suelo.
Este resultado, un 1-1, se inscribió como uno de los peores episodios internacionales en la historia del club, con un gol en contra para el “Xeneize” y el tanto rival, marcado por un maestro de escuela neozelandés. Ni el contexto ni la eliminación anterior pudieron justificar semejante papelón.
River, en cambio, comenzó con una ilusión moderada y derrotó sin problemas al Urawa Reds japonés, empató sin goles con Monterrey en un encuentro insípido y llegó con posibilidades a la última fecha.
Sin embargo, ante el Inter de Milán, cuando el desafío se volvió más complejo, apareció la cruda realidad: expulsiones, descontrol y una derrota lógica por 2 a 0 que lo dejó fuera del torneo. El plantel de Gallardo finalizó con nueve jugadores, carente de ideas y rebeldía, y su frustración culminó con empujones y escándalos, lo que fue un mero síntoma de la impotencia acumulada.
Lo más preocupante es que mientras Argentina quedó sin representantes en octavos, Brasil logró clasificar a sus cuatro equipos entre los 16 mejores. Flamengo, Palmeiras, Botafogo y Fluminense no solo se clasificaron, sino que lo hicieron con solidez, incluso venciendo a equipos como PSG y Chelsea.
El contraste es abrumador, los brasileños dominan en América y ahora también compiten a nivel mundial. Los argentinos, por su parte, evalúan opciones, cambian entrenadores, se endeudan con nuevas incorporaciones y apuestan todo a la Libertadores del año siguiente, en un ciclo que parece no tener fin.
Más aún si se consideran las épocas doradas del fútbol argentino, cuando tan solo bastaba mirar hacia atrás. En la antigua Copa Intercontinental, Argentina fue una potencia: logró nueve títulos, con equipos que se mostraron competitivos ante los mejores de Europa.
Racing en 1967, Estudiantes en 1968, Independiente en dos ocasiones, Boca en tres, River y Vélez. En aquellos tiempos, el fútbol argentino competía con orgullo e incluso dominaba. En 2009, Estudiantes estuvo a un paso de la gloria frente al Barcelona de Guardiola; en 2015, River llegó a la final contra el mismo rival y, a pesar de ser superado, lo hizo con un recorrido sólido. Boca, en 2007, logró disputar la final ante un Milán formidable.
Hoy, en cambio, no llega a esas instancias. El fútbol argentino pasó de disputar finales a quedar eliminado en fases anteriores por equipos de menor jerarquía. San Lorenzo en 2014 también sufrió contra el Real Madrid, pero antes de eso, perdió ante el mismo rival que Boca enfrentó este año, donde recién en el tiempo extra logró sacar una ventaja. River, en 2018, fue eliminado en semifinales por Al Ain, y desde entonces, ningún club argentino ha llegado a una final.
En este escenario, no sorprende que Milei aproveche el naufragio para criticar el modelo de gestión actual, reavivando el debate sobre las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD).
Puede discutirse su propuesta, pero no su diagnóstico: el fútbol argentino está rezagado, repleto de partidos sin relevancia, sobrecargado por un torneo de 30 equipos y sin una liga que lo respalde con seriedad.
El Mundial de Clubes fue un espejo incómodo. Lo que se reflejó no solo fue la derrota, sino también la decadencia de un sistema que hace tiempo dejó de ser competitivo. Lo único que permanece intacto es la pasión, evidenciada en las tribunas, pero como demostró esta edición, el fútbol ya no se gana solo con eso.
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