La historia ocurre en la aldea de Yobe Nkosi, ubicada a más de 300 km de la capital, Lilongwe. En pleno siglo 21 los niños estudiaban con velas, siempre y cuando hubiera dinero para comprarlas.

"Ahora con la electricidad, no tenemos más excusas para no aprobar los exámenes", se regocija Gift Mfune, alumno del último año de la escuela primaria.

Solamente el 11% de su población está conectada a la red eléctrica y apenas el 4% en las zonas rurales, de acuerdo a las Organizaciones No Gubernamentales. Y en ciertos lugares tras la caída del sol todas las actividades cesan.

Todo comenzó cuando Colrerd Nkosi, de 38 años, regresó a su país luego de estudiar y vio la necesidad de vivir con electricidad. Muy pronto constató que el río Kasangazi, que fluye frente a su casa lo hacía con la fuerza suficiente para hacer girar los pedales de su bicicleta. Sin la menor formación como electricista, jugando con una dínamo logró llevar corriente a su casa. 

Ante esto, el resto de la población se dirigía a su casa para poder cargar celulares por lo que decidió que debía ampliar su proyecto para que llegara a toda su comunidad.

Desvió el agua del río para crear una pequeña cascada y contó "Hice una turbina hidroeléctrica con el compresor de un refrigerador, brindando electricidad a seis casas".

De ese modo la aldea de Yobe Nkosi se abastece de electricidad gracias a su pequeña central artesanal. La energía es transportada a lo largo de 2 km a través de rudimentarios cables de acero, colgados de troncos de árboles que hacen de postes eléctricos.

Los habitantes pagan un dólar por el uso, algo casi gratuito que no logra a cubrir los gastos de mantenimiento, por lo que él pone de su bolsillo para mantener el proyecto.

Su invento improvisado atrajo la atención de las autoridades locales, con la idea de abastecer de electricidad a las 18.000 personas de esta zona del país. El Ministerio de Energía se comprometió a ayudar "tendiendo líneas eléctricas seguras y fiables".