Daniela Donadío no solo pedaleó fuerte en las competencias, también lo hizo en la vida. Hija, nieta y bisnieta de ciclistas, su destino parecía estar marcado desde la cuna. “Mi bisabuelo era ciclista, le transmitió la pasión a mi papá, mi papá a mis hermanos y a mí”, recuerda. Con apenas 15 años ya entrenaba mañana y tarde, integraba la selección nacional y soñaba en grande. “Tuve una adolescencia muy diferente al resto de las chicas de mi edad. Nada que ver”, dice sin nostalgia, pero con orgullo.
Fue una pionera en un mundo que entonces no contemplaba demasiado a las mujeres. “Hoy el ser ciclista es cool, está bien visto, pero cuando yo era chica era como... ‘¿no jugás al hockey?’”, cuenta en diálogo con Cadena 3. Esa determinación la llevó a convertirse en la primera campeona argentina de mountain bike: “Vi todo el proceso de crecimiento del ciclismo en Argentina, y estoy feliz de haberlo visto así”.
La exigencia del alto rendimiento marcó su vida desde temprano. “A los 15 años entrenaba todos los días, mañana y tarde”, dice. Mientras sus compañeras de colegio pensaban en fiestas, ella priorizaba los entrenamientos. “Pedía que mi papá me fuera a buscar temprano de los cumpleaños porque al otro día tenía que entrenar”, afirmó.
Pero en el 2000, en plena preparación para los Juegos Panamericanos en Winnipeg, algo hizo clic: “Pensaba: si yo no puedo disfrutar de esto, que es a lo que siempre aspiré, es que no tengo que competir más. Y ahí dije: no corro más”. Volvió a Argentina y se bajó de la bici como competidora.
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La Argentina Posible Desde Francia, el atleta olímpico diseña y vende juegos de mesa que conquistan Europa y Argentina. “Me gusta crear momentos para dejar el celular de lado”, dice.
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La vida después del ciclismo
Lejos de conformarse, Daniela encaró nuevas aventuras: trabajó como chef en un velero de lujo en Europa, fue instructora de esquí en los Pirineos y recorrió el mundo. “Aprendí a cocinar en un velero que se movía. Me iba en rollers a la casa del chef y él me enseñaba platos mediterráneos que jamás había visto en mi vida”, relata y recuerda con humor que, después de tres meses embarcada, sufría “mareo de tierra”: “Me bajaba y me mareaba en tierra firme, era horrible”.
Pero su destino la esperaba de nuevo sobre dos ruedas. Hace diez años, decidió aplicar para representar en Argentina a Trek, la prestigiosa marca estadounidense de bicicletas: “Era como decirte Ferrari, para mí significaba muchísimo”, y lo logró. Tiempo después decidió ir un paso más allá: fundó su propia marca de bicicletas, Bug Bikes, pensadas para el uso cotidiano pero con calidad premium. “Esta bici está hecha al detalle, es confortable, durable y a un precio accesible. Es una bici que la puede usar mi vieja o mi hija”, detalla.
El nombre "Bug" no es casual: hace referencia al “cascarudo”, el escarabajo que ella veía de chica. “Me representa totalmente”, dice con una sonrisa.
Hoy lidera una empresa que emplea a 12 personas de forma directa y unas 100 en total, incluyendo personal tercerizado. Pero no lo vive como un trabajo: “Hay una frase que dice: hacé lo que te gusta y no trabajarás nunca más. Eso es lo que hago. No siento que es un trabajo”.
Incluso ha impulsado proyectos sociales desde su rol como empresaria, como Chicas Trek, una iniciativa para que mujeres sin experiencia se animen a subirse a la bici. “En Lincoln salían 100 mujeres a pedalear, muchas por primera vez. Me encanta ayudar a que más gente descubra el ciclismo”, señala.
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La Argentina Posible Está ubicada en el centro de Villa Allende. María Luisa Grenón y Antoine Nugues-Bourchat, los fundadores, muestran su pasión por unir culturas a través de la gastronomía.
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Un proyecto con alma
Le han ofrecido comprarle la empresa, pero su respuesta fue clara: “No la quiero vender. Es parte de lo que soy”. Hoy, asegura, encontró su lugar en el mundo. “Esto es mi futuro. Me encanta crecer en esto y sumar pasiones”, asegura.
Daniela Donadío es una muestra viva de La Argentina Posible: una historia de esfuerzo, reinvención y pasión. De pedalear por el país y el mundo, a construir desde cero un proyecto con identidad, sentido y ruedas propias.
Entrevista de Claudio Giglioni